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¿Somos conscientes de cómo nos sentimos?

¿Nos hemos parado a pensar en cómo influyen nuestras emociones o las de los demás en nuestro rendimiento profesional?

O ¿de qué manera actuamos en función de nuestro estado emocional?

Las altas exigencias en el entorno laboral, el elevado nivel de compromiso personal y la necesidad de rendir siempre al máximo ha hecho que la preparación mental se convierta en las organizaciones en algo tan necesario como las competencias o aptitudes técnicas.

Estar entrenados en autogestión mental y emocional es un signo de maduración e inteligencia para afrontar situaciones que generan altos picos de estrés, como por ejemplo, la toma de decisiones en décimas de segundo, procesos de selección, gestión de conflictos, etc.

Analizar y observar las conductas, reacciones y respuestas emocionales del individuo o de los equipos y aprender a “controlar “positivamente las emociones o redireccionarlas de manera que no influyan negativamente en los equipos profesionales es el objetivo principal de lo que entendemos como Alto Rendimiento Emocional.