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Ante el debate que cuestiona si el comportamiento es genético o aprendido, parece haber un empate entre ambas vertientes. Sin duda, el aprendizaje influye en nuestra vida, pero la carga genética es indudable, afectando en nuestra forma de ser. Los mismos genes que producen la calvicie o algunas enfermedades como el cáncer, también nos marcan psicológicamente.

La genética del comportamiento en los seres vivos

Seguramente has oído hablar de que muchas especies de animales recorren miles de kilómetros para cubrir una meta, ya sea el apareamiento o para llegar al final de sus vidas, parecen tener programado en su ADN una ruta. Lo más curiosos es saber que dicho recorrido ya lo habían realizado anteriormente sus ancestros.

Tenemos que mirar los estudios de Darwin para comprender esta genética del comportamiento entre los animales. Pero, en el caso de los humanos, ¿se dan estas características? Seguramente ya las has comprobado en tus rasgos, así como en la herencia de determinadas enfermedades.

Teniendo en cuenta lo anterior, vamos a analizar más detenidamente lo psicológico, es decir, cómo actúan los genes en el comportamiento.

La soledad y la depresión, estrechamente vinculadas

Precisamente, un estudio realizado en la Universidad de California, San Diego (UCSD, EEUU) es muy revelador con respecto al deseo de soledad de muchas personas. La soledad, o tendencia a sentirse solo, es un rasgo moderadamente heredable, es decir, está influido genéticamente entre un 14% y un 27%.

Palmer, impulsor de este estudio, afirma que “entre dos personas que tengan el mismo número de amigos y familiares cercanos, puede haber una que sienta que su estructura social no es adecuada, mientras que la otra sí, y eso es lo que entendemos por “predisposición genética a la soledad””.

En relación con lo anterior, se contempla un estrecho vínculo genético en un problema que afecta a millones de personas. Hablamos de la depresión y cómo diversos estudios han clarificado su mayor incidencia en unas áreas con respecto a otras. Del mismo estudio anteriormente mencionado, de hecho, se desprende la conclusión de que la soledad hereditaria está vinculada a otras características anímicas y mentales como el padecer síntomas depresivos.

La gesticulación es otra de las herencias muy comunes. Por eso no te puede extrañar que alguien te diga que le recuerdas mucho a alguno de tus abuelos. En psicología encontramos numerosos ejemplos de este tipo, especial interés tienen los estudios con gemelos separados, los cuales pueden adoptar un mismo comportamiento, a pesar de no haber convivido nunca juntos.

El caso anterior lo pudimos ver en el programa Redes, de Televisión Española.

La epigenética y el comportamiento

Este concepto, que mira más allá de los genes biológicos, se basa en su regulación. De esta forma, si analizamos el ADN, nos encontramos con determinadas marcas que permiten su manipulación. Así, la epigenética nos revela la posibilidad de activar o desactivar determinados genes.

Los expertos en epigenética creen que las condiciones ambientales y experiencias de nuestros padres o abuelos pueden activar o desactivar determinados genes a los descendientes. Por ejemplo: comer en exceso puede afectar a los genes, por un lado, activando los que favorecen la obesidad y por otro, desactivando los que favorecen la longevidad.

Por el momento, los estudios más recientes nos indican cómo el estrés o, incluso, las dietas nos afectan. Así, el consumo de drogas puede acelerar algunos genes, afectando el proceso de desarrollo de los hijos. El análisis más clarificador lo encontramos tras someter a ratones a la cocaína, aunque debemos ser prudentes en el caso humano.

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La importancia de la genética molecular para entender si el comportamiento es genético

Los estudios más importantes sobre genética molecular se refieren a la herencia de la obesidad. Dentro del campo de la Psicología, tenemos los estudios relacionados al coeficiente intelectual.

Si asumimos que el IQ o coeficiente intelectual es un rasgo heredado, esto implica que la superdotación puede pasar de generación en generación y que, por mucho que una persona se esfuerce en un continuo aprendizaje para subir su IQ, difícilmente lo conseguirá.

El anterior ejemplo es clarificador para los que defienden la cuestión genética por encima del comportamiento aprendido. Aunque podemos adquirir ciertos hábitos en nuestra personalidad, al final terminaremos guiados por nuestros instintos. Desde este punto de vista, se puede afirmar que el comportamiento es genético.

Una explicación más detallada la encontramos en un estudio realizado en Finlandia. La implicación de dos genes, CDH13 y MAOA, eran la causa de un comportamiento violento en delincuentes. Estos genes nos hablan de la cantidad de dopamina en el cerebro y del consumo de drogas.

Los genes anteriormente mencionados estaban especialmente presentes en personas que habían delinquido usando la violencia. Ahora bien, ¿implica esto que todos los humanos que presenten estos genes deban ser agresivos? Rotundamente NO. Su activación a esta forma de actuar tiene una relación estrecha con el ambiente que les rodea.

comportamiento aprendido

El contexto y su influencia en nuestro comportamiento

Desde la Psicología un aspecto que no puede ser desechado es el contexto o ambiente en que se desarrolla un individuo. Sin duda, éste influye en su manera de comportarse. Tu entorno puede afectarte y hacerte tomar decisiones diferentes a las que llegarías en otras circunstancias.

No todo lo que decidimos y que hacemos está influenciado por nuestra genética. Afirmar esto sería una manera muy simple además de mezquina de quitarnos responsabilidad ante nuestros actos. Imagina hacer valer este argumento, por ejemplo, en un juicio, en el caso de una persona acusada por infringir la ley. 

En este sentido podemos decir que la herencia, lo que determina, es una predisposición a comportarnos de una determinada forma. Así, unas personas están más predispuestas al bien que al mal, y viceversa. Pero es el contexto o ambiente donde nos desarrollamos el que nos favorece a optar por un comportamiento específico, dejando la carga genética a un lado.

Definitivamente, y resumiendo, podemos determinar que, si bien el comportamiento tiene una base genética, serán los aspectos ambientales los que lo derivarán hacia una dirección u otra.